En concreto.
Revolución... ¿Pero cuál? de Pancho Aguilarte desde Barcelona.
Los que militamos por muchos años en la izquierda venezolana fuimos o estábamos persuadidos de que esta representaba la máxima expresión de la solidaridad, de la sensibilidad social y de la inclusión. La lucha por acceder al poder suponía la trascendencia individual para convertirse en el súmmum de la sociedad toda.
Así nos formábamos intelectualmente con los clásicos del socialismo, con los finos versos de Neruda, con la novela de Vargas Llosa cuando era un ícono de rebeldía latinoamericana, con Benedetti y Saramago. También con Gramsci y Paulo Freire, De Silva Michelena y de Núñez Tenorio.
Con la caída del socialismo real soviético y del muro de Berlín nos fuimos convenciendo de que los descubrimientos de Petkof acerca de la invasión a Checoslovaquia y la ausencia de humanismo en los conductores de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, no eran una invención o una traición del ''Catire del Batey'' como afirmara alguna vez Fidel Castro o los comunistas venezolanos.
Aún con esas atrocidades seguimos militando y esperanzados que entre la izquierda y la derecha era mejor la primera porque pregonaba una defensa automática de los más débiles y una garantía de que las grandes mayorías también tenían derecho al uso, goce y disfrute de las riquezas naturales del país.
Con la llegada de chávez renació la esperanza y no solo de la izquierda tradicional y reformista le apoyaron, sino densos sectores otrora identificados con la causa adeca o copeyana corrieron a participar electoralmente al lado de quien prometía una revolución de progreso, de reparto igualitario de las riquezas, de respeto y de combate frontal contra la corrupción.
Bien temprano y no sé si por la reacción de la derecha venezolana que lo acosó y hasta llegó a tener éxito por unos días cuando logró su salida del poder en abril de 2002, o porque simplemente se convirtió en un prisionero del poder, el joven teniente que tanta esperanza había representado para los venezolanos, decidió emular a los antiguos socialistas soviéticos iniciando una desmantelación de la independencia de los poderes públicos. Eliminó el sistema de cuotas electorales que había impuesto el pacto de Punto Fijo y colocó (para nosotros, el error más grave) e instituciones claves para el desenvolvimiento ciudadano y político a reconocidas fichas de su partido o de su gobierno, despedazando así la unidad del país y contrario a los que tanto pregonó en vida, llevó a nuestra sociedad a una terrible división que persiste con fuerza y nos arrincona en la intolerancia, la inseguridad y la carencia como norma de vida.
Visto así, esto no es el socialismo con el que habíamos soñado y luchado gran parte de nuestras vidas. Tampoco es una revolución como muchos de sus altos representantes aseguran. Es sobre todo una anarquía donde la militancia oficialista se impone sobre cualquier posibilidad profesional, social o cultural. Una revolución donde el elemento que más resalta es la ineficiencia y la corrupción. La venganza forma parte de la naturaleza de quienes nos gobiernan y la compasión se fue de viaje. Una revolución sobre la que se esconden aquellos que hasta ayer apenas tenían donde caerse muertos y hoy ostentan grandes fortunas dentro y fuera del país.
Una revolución que bate los records Guinness en cuanto a la rapidez con que puede hacerse alguien rico. Y contrario a todo sentido común, es una revolución que privilegia la ignorancia por sobre todas las cosas. Si algo tiene de inédito es que no se parece a ninguna otra revolución. Claro, es que no es ni por carambola una revolución. Por eso entristece escuchar a connotados dirigentes oficialistas hablar de salvar la revolución y del socialismo como si fuera extraído de la cartilla de Juan Camejo.
Paráfrasis:
Aquí en la patria lo que existe es un proceso
reformista y no revolucionario, porque no ha generado un cambio de
leyes de sistema o modo de producción, donde las normas del “libre”
mercado siguen prevaleciendo. Solamente ha existido una transformación
dentro del capitalismo, de base neoliberal a economía mixta del estado del
bienestar. Con su llegada al poder ha mejorado el nivel de vida de las
clases más desfavorecidas, reduciendo la pobreza, eliminando el
analfabetismo, incluso se ha elevado la movilidad social estructural,
pero al fin y al cabo es capitalismo, porque los ''boliburgueses'' es lo que abunda en esta robolución y además no se ha roto,
fundamento de la Revolución como explica Marx, con las relaciones
sociales de producción y la estructura social entre trabajadores y
empresarios.
Fernando R.
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