El libro "Un curso de milagros" no pasa de ser uno de los tantos libros simplistas de "autoayuda" que andan rondando por allí, sin ningún asidero científico, con errores −o directamente disparates− tremendos, y que en definitiva no pasa de meras expresiones de deseos de remoto cumplimiento en la práctica.
Cuando un libro confunde a la iluminada figura del Maestro Jesús, actual Logos Solar (5º plano espiritual), con el Cristo, actual Logos dimensional, que es una Energía divina del 7º nivel espiritual, ese libro falla por la base, porque se trata de un error elemental y demuestra que el autor es un ignorante. ¡y peligroso!
La autora es psicóloga, y para colmo profesora de Psicología de una universidad como la de Columbia en Nueva York. Esto significa que desconoce totalmente los descubrimientos de L. .Ronald Hubbard plasmados en la anterior técnica, y por lo tanto también desconoce la existencia de la segunda mente del hombre, la mente reactiva y sus engramas.
El desconocimiento de la mente reactiva contribuye a que los psicólogos atribuyan todos los trastornos mentales a la mente analítica, ya que no conocen otra. La mente analítica no es responsable en absoluto de los trastornos.
La base del curso es el perdón. El perdón no es más que la consecuencia de la soberbia. Por lo tanto, fomentar el perdón es fomentar la soberbia. ¿Y qué más nocivo que esto puede enseñarse?
Para que puedas comprender bien lo que acabo de explicarte, te transcribo dos definiciones de nuestro Diccionario Técnico de Psicointegración (si no lo tienes te lo envío gratuitamente).
PERDÓN. Dic. Acad. Acción de perdonar, es decir, de remitir la deuda, ofensa, falta, delito u otra cosa el perjudicado por ello. ║ Remisión de la pena merecida, de la ofensa recibida o de alguna deuda u obligación pendiente. ║ Gr Elron. Acto de soberbia, proveniente del Ego, por el cual el individuo que considera haber sido ofendido, en un gesto ostentosamente magnánimo, absuelve al supuesto ofensor. El perdón implica ofensa, es decir que para que alguien pueda perdonar, primero tiene que haber sido ofendido, pero como nadie tiene el poder para ofender a nadie a menos que uno le haya dado ese poder, resulta que, paradójicamente, el perdón nunca debería recaer sobre la persona que supuestamente nos ofende sino, en todo caso, sobre uno mismo, por haberle dado tan neciamente cabida a la ofensa. Cada uno crea sus propios estados de ánimo, o, expresado de otra manera, "los hombres no se perturban por causa de las cosas, sino por la interpretación que de ellas hacen" (Epícteto). El ofensor, por lo tanto, siempre es uno mismo: te ofenden porque te ofendes. De ahí que cuando alguien perdona una ofensa, lo único que está haciendo, en realidad, es desligarse de la responsabilidad que le cabe por ser su propio ofensor para trasladarla a otro.
Poder ficticio de las palabras. Gr Elron. Autoridad inventada que le damos a determinadas palabras para alterar nuestro ánimo. Es una autoridad inventada porque las palabras no tienen más potestad sobre nosotros que la que nosotros mismos decidimos otorgarle. Para probar que no la tienen basta gritarle a un pequeñísimo granito de arena "¡muévete!" y veremos que no se desplazará ni siquiera una millonésima del pelo de un cabello. Ninguna palabra tiene poder para ofender a nadie, a menos que uno mismo le haya dado ese poder. Y si le hemos dado poder a determinadas palabras para que quien las pronuncie nos ofenda, la única alternativa que nos queda es retirarles el poder que nosotros mismos les hemos dado. ¿Puede haber algo más paradójico que darle poder a determinadas palabras para ofendernos y luego echarle la culpa a quien las pronuncia?
Si llegas a comprender bien estas dos definiciones, tú misma ya te darás cuenta de las falencias del libro.
Con respecto a que haya sido Jesús el que lo haya dictado, aunque sea verdad no modifica los hechos, porque la validez de los mensajes de los Maestros de Luz depende del canalizador y no del mensajero.
Si el canalizador tergiversa la comunicación debido a sus preconceptos, el mensaje resulta inválido por culpa exclusiva de éste.
El libro denominado "Conversaciones con Dios", por ejemplo, fue dictado realmente por el Absoluto a Neale Walsch a través de la "escritura automática", pero a pesar de la altísima fuente, el canalizador igualmente tergiversó los mensajes, mezclando grandes verdades con grandes disparates, lo cual torna a su lectura en un riesgo mayúsculo.
www.grupoelron.org
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